domingo, 2 de diciembre de 2012

Tu encuentro en mi cuento



18/12/2011
“… sudando los pretextos del tiempo, sudando los sueños del invierno, perderme de tanto contenerme…”
Dos horizontes de expectativas se cruzaron y una pieza de papel cobró el sentido de una obra de arte. Un poeta había leído mis pensamientos y me los entregó por escrito, mientras yo caminaba desesperada por Coyoacán: el lugar oficial de mi desahogo.
Ya llevaba aproximadamente dos horas y media esperando su llamada de vuelta, “sudando los pretextos del tiempo”. Algo me decía que la probabilidad de que no respondiera era alta, pero aun así lo esperé porque aunque se tratara de una posibilidad mínima era suficiente para seguir soñando con la esperanza de sentirlo otra vez, sentía que ya no aguantaba más.
“… ventanas utópicas del lado opuesto de las noches que me diste y dijiste, o acaso, dirigiste mi pasado…”
Mientras mis ojos recorrían esos versos me esforcé por recordar cómo comenzó todo y una vez más tuve la sensación de que todo se había tratado de una ficción. Sentí que no lo conocía, que no existía, que sólo estaba yo sola como una tonta esperando que un sueño se hiciera realidad, esforzándome por creer que mi sueño era un recuerdo.
El principio, por supuesto, estaba en el primer verso:
“Desnudé los secretos de la noche, me asomé al fondo del recuerdo, sospeché tu encuentro en mi cuento.”
¿Acaso lo sospeché?, después de todo no sé a qué encuentro podría referirse todo esto, podría tratarse de mi encuentro con el poema en ese ambiente tan bizarro, ¿qué diablos hacía yo sola caminando por la calle a esas horas de la noche? En sí, todo parecía un cuento, seguía siendo la madriguera del conejo a la que yo misma me lancé.
Una vez más pensé en resignarme y alejarme, hay más seguridad en la monotonía, en lo habitual, en lo moral. Me encanta la idea de tener un secreto, pero todo el tiempo tengo miedo de que alguien pueda descubrirlo… bueno, alguien que pueda destruir este cuento o darle un final prematuro y arbitrario.
Una vez más me pregunté por qué estoy haciendo esto si en ocasiones parece que se trata de algo vacío, algo que no llegará a ningún lado, sólo trae consigo terribles posibilidades que podrían darle un giro total a mi vida. Son demasiados riesgos, así que debo tener una buena razón para seguir como una estúpida esperando una llamada en la calle, sentada en el escalón de un centro comercial a la una de la mañana.
Obviamente ya no iba a hablarme, pero yo decidí quedarme ahí, no quería volver. Me sentía bien estando sola y contemplando al mundo, todo estaba tan oscuro, tan silencioso y tan vacío que hasta cierto punto creo que se parecía a una parte de mí. Ese algo que me mantenía fuera de un lugar cómodo y tranquilo tenía que ser muy importante. No sólo se trataba de algo externo, internamente también tenía frío y sentía que no podía ver nada claro. Me sentía fuera de mí, pero no quería volver adentro.
Mientras miraba el cielo gris sin una sola estrella y sentía que el viento me rajaba la cara y helaba mis pies, saqué el poema de mi bolsa para leer de nuevo el verso que más me había impactado, quería corroborar que lo que leí y lo que sentí eran lo mismo:
“… perdí el paraíso el día que abrí los ojos, dejé de soñar y de pensar que la vida era la última oportunidad
para irte a buscar y cambiar la dirección del tiempo en la brújula de la realidad marchando hacia el mar…”
Par de interesantes estrofas, tal vez las más interesantes de todo el poema de ese extraño hombre que apareció tan repentinamente. Al leer la primera recordé la razón por la cual ahora estaba en una banca sentada afuera de mi casa, esperando a que se hiciera un poco más tarde. Aunque también pensé que el poeta pudo haberle querido dar otro sentido a esos versos que yo interpreté como algo tan mío.
Esas dos estrofas que estaban separadas por un espacio en blanco, en realidad eran una misma, hablaban de una decepción, del paraíso perdido. Recordé todas las reflexiones que he tenido al respecto… todos necesitamos ese “algo” que nos produce nostalgia y que buscamos alcanzar, ese vacío que queremos llenar. La ausencia seduce a la presencia, sólo puede desearse lo que se carece y sólo el deseo puede darle sentido a esto.
Yo lo deseo a él, tal vez no a él mismo sino lo que me da; sin embargo, nunca lo tendré… no importa que nuestros cuerpos se hayan unido, ni que a veces lo sienta tan cerca de mí, nunca será suficiente, nunca lo sentiré mío.
Por ahora yo sigo soñando, cierro los ojos con fuerza y me aferro a lo que parece mi única oportunidad para cambiar la realidad. Sé que algún día tendré que abrir los ojos, pero por ahora me concentraré en vivir mi sueño y no dejaré que acabe tan pronto y se quede atrapado en el pasado.

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