FEBRERO
22/02/2012
Ya han pasado como tres semanas después de la última vez que
planeamos un escape y en verdad lo extraño, aunque no sabría decir qué es lo
que extraño de él.
No es tanto el acto mismo o a él mismo lo que deseo, es más
bien la experiencia completa, desde el acuerdo, el plan, el peligro, la
mentira, el punto de partida, el escape, la comunión fática preliminar, su voz,
el viaje, la llegada, el lugar neutro, su olor, la tensión previa, el disimulo,
su habilidad, el comienzo inesperado, su agilidad, el nerviosismo, el deseo, su
sabor, el placer, la relajación, la indiferencia, la incertidumbre y la promesa
implícita de una noche más… algún día.
En estos días en que la gente celebra la consumación de
relaciones de pareja dentro de la norma y el esquema es cuando me pregunto si
no será que en realidad deseo algo así. Veo el amor expresado en costosos
detalles y me pregunto si yo también debería ponerle precio a mi “amor”, bueno,
a mi cuerpo. Después me doy cuenta de que en realidad no me importan tanto los
regalitos, yo sólo quiero atención y él me la da a veces. Ni él me cobra, ni yo
le cobro, los dos nos pagamos.
Últimamente para la gente resulta más digno pedir dinero a
cambio de “aquello” que hacerlo gratis. Ahora resulta que hasta el ciclo
natural de impulsos libidinales tiene que entrar en el esquema económico del
intercambio monetario. ¿Qué tiene de malo intercambiar placer? No hay nada más
justo.
Sin embargo, a veces pienso que me haría más feliz tener
algo más constante, más cercano, más mío… pero eso sería entrar en ese horrible
sistema del que pretendo huir. No quiero que lo nuestro se convierta en una
sucia relación de poder (eso SI es sucio), quiero que siga siendo este
intercambio casual, insisto, no hay nada más justo ni más libre.
Seamos realistas, en estos momentos yo no sería capaz de
sacrificar mis libertades a cambio de seguridad, pues bien sé que la seguridad
es una ilusión y jamás valdrá la pena hacer sacrificio alguno por algo que
puede obtenerse con la simple ignorancia o indiferencia. Él no me ama y yo lo
sé, pero ¿acaso yo lo amo a él? Lo nuestro es algo muy diferente.
Muchas veces me intriga lo que él piensa de esto aunque temo
preguntarle porque no me siento lista para escuchar algo que podría
entristecerme o molestarme, prefiero que todo se quede en el misterio.
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