domingo, 2 de diciembre de 2012

La tercera noche



ENERO
14/01/2012
La tercera ocasión ya se consumó… y la tercera es la vencida. Fuimos al mismo hotel de la vez pasada y creo que hablamos más que otras veces, aunque nada demasiado intenso, continúo pensando que no es conveniente.
Cuando vi su mensaje: “Hooooolaa!!! Escápate hooooyy!!” de inmediato mis amigas supieron quién era el remitente porque me delató el brillo en mis ojos… no puedo contenerlo y quiero desbordarme.
Lo había extrañado tanto que desde que subí a su coche intenté percibir cada momento con todos mis sentidos para poder recordarlo con más claridad después. Fue hasta este momento que me di cuenta de que él tiene un olor propio que ya está guardado en mi mente, puedo distinguirlo pero no evocarlo. Los olores son peligrosos, son esencias de personas, de momentos, de estados de ánimo. Evocan escenarios, sentimientos, y su efecto va desde el éxtasis hasta la repugnancia.
Recuerdo mi nerviosismo de siempre, el momento en que crucé la calle corriendo, buscando su coche y el momento en que entramos al cuarto. Otra vez tomé mi botella al instante para calmarme, mientras él pasaba cerca de mí y me acariciaba. Después de brindar y darle un solo trago a su bebida, me besó justo como me gusta, me cargó y me colocó contra la pared al mismo tiempo que me besaba con tanta impaciencia, ¡fue delicioso! Odio el impulso que tengo de cerrar los ojos al instante, quisiera verlo para recordarlo mejor… su sabor y su olor sólo me llegan a ratos.
Cuando volví a abrir los ojos, estábamos parados el uno frente al otro, todavía me da mucho miedo mirarlo a los ojos, tengo miedo de no ver nada o de que él pueda ver algo. Una vez más trató de desabrochar mi cinturón y no pudo, así que yo lo ayudé. Fue así como introdujo su mano en mi ropa interior para tocar mi sexo húmedo, me estremecí al instante y lo abracé fuerte.
Entonces me quitó la blusa y el bra para chupar mi pezón izquierdo. Cada quien se quitó la ropa por su parte y lo siguiente que recuerdo es que metió su lengua en mi vagina mientras me miraba fijamente, sus ojos encontraron los míos desde lejos pero yo intenté no fijar los míos… no me quiero perder, soy cobarde aún.
De un momento a otro introdujo su dedo en mí, fue un poco brusco, me estaba doliendo, pero para distraerme metió otro de sus dedos a mi boca para que lo chupara. Mis ojos estaban entreabiertos, apenas podía ver su cara, lo que percibí con más claridad fue su voz diciéndome: “Mamacita”.
Sentí algo extraño, esa palabra no quedaba conmigo, yo jamás me he sentido como una “mamacita” a pesar de todo lo que ha pasado. Hasta entonces fui consciente de que en muchos sentidos sigo sintiéndome como una niña, pero ya no lo soy. En ese momento me sentí ajena a mi cuerpo y me alteró pensar que en el mundo de la doble moral yo oficialmente ya he perdido la inocencia desde hace varios meses.
Ser menor que él no me hace una niña inocente.  Él siempre vio en mí a una mujer, es el único que ve en mí a una “mamacita”; sin embargo, al momento eso no me alegró, una parte de mí (la de la doble moral) se puso de luto por mi inocencia muerta. El cadáver apenas fue encontrado, aún no se sabe si la causa de muerte fue un asesinato o un suicidio. La muerte es un destino y no parece haber culpables… sólo inocentes difuntos.
Intenté dejar de pensar en eso y continuamos con nuestra ya acostumbrada sesión de sexo oral mutuo. He mejorado, lo sé porque él mismo me dijo: “Lo haces delicioso.” Es algo que ambos disfrutamos y cuando era inocente nunca pensé que me gustaría. Después de esto se puso el condón, pero yo todavía no me sentía lista, otra vez me estaba doliendo y por más que intenté concentrarme no podía evadirlo.
Una vez más él me colocó sobre su cuerpo para calmarme y me dijo con su cálida voz: “Ahí quédate, ahí te ves hermosa… te ves deliciosa.” Pero esta vez sus halagos no me excitaron como la primera vez, no sabía de qué me estaba hablando, yo no me sentía hermosa. Era como si él estuviera viendo a otra persona que no era yo, me sentí fuera de mí y no sabía cómo disimularlo, era como si mi cuerpo y mi mente estuvieran separados.
Sentí miedo, no sé de qué, pero quería ocultarme. Cambié de posición mientras besaba su cuello, no podía permanecer con mi otra postura sintiendo tanta inseguridad. Quería que sus brazos fueran mi escondite, quería ahogarme en su calidez y fortaleza hasta por fin perder el miedo. Necesitaba sentirme protegida, pero sabía que un abrazo sería precisamente lo único que no recibiría de él.
No podía quitarme ese pensamiento de mi mente, ¿alguna vez alguien me ha abrazado? No, un verdadero abrazo es algo que hasta ahora nunca he sentido.
Me refiero a un momento en el que los cuerpos de dos personas se unen de una manera muy íntima (tal vez más que en la penetración), se transmiten su calor corporal el uno al otro, se cobijan el uno al otro, se protegen y se funden el uno con el otro. Es cuando dos personas se estrechan con fuerza y durante largo tiempo, y no se sueltan hasta que las temperaturas de ambos se hayan equilibrado y sus ritmos cardiacos coincidan.
Un verdadero abrazo es un palpitar cálido que hace sentir a dos personas que han encontrado su hogar… es lo que me imagino.
Mientras yo pensaba todo esto, sentí frío, mis piernas estaban cada vez más tensas y los movimientos de él eran cada vez más bruscos y forzados. Sólo necesitaba un abrazo.
Sentí ganas de llorar, esto estaba a punto de terminar y por más que me esforcé no pude disfrutarlo como las otras veces. Por un momento desee ser como esas actrices porno física y mentalmente flexibles, puro placer y nada de dolor, nada de pensamientos estúpidos ni reflexiones inoportunas. ¡¿Por qué mi mente no deja nunca que mi cuerpo sea libre?!

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