domingo, 2 de diciembre de 2012

La sexta noche



JULIO        
   7/07/2012
“¿Cuánto tiempo estuviste perdida?”,  fue lo que dijo justo después de que una risita se le escapara al ver cómo mi boca buscaba su pene para probar su semen una vez más. Sus manos no me dejaron acercarme y terminó eyaculando sobre su propio abdomen, sentí ganas de lamerlo, pero él me había hecho una pregunta y tenía que responderle.
“No mucho.”, le dije apenada, no quería hacerle saber que llevaba un buen rato corriendo sin rumbo entre las calles oscuras esperando que apareciera de un momento a otro la luz de las direccionales de su auto para llevarme a otra parte, “un lugar más bonito”: otro hotel.
Me pierdo porque nunca sé dónde diablos estoy, sólo siento el impulso de caminar, mover mis piernas para no permanecer estática, pensando que en algún momento y de alguna manera llegaré a mi destino. Tengo la convicción de que mi propio cuerpo me guiará.
De pronto, yo misma volví a hacerme esa pregunta, ¿cuánto tiempo estuve perdida?, ¿seguiré estándolo? A veces, cuando me veo a mí misma asustada y caminando a ciegas pienso en esas dos luces parpadeantes que parecieran indicar el final de mi viaje y me vuelvo a cuestionar si realmente he encontrado mi hogar.
Después, cuando me veo a mi misma desnuda y acostada junto a él en una cama extraña, pienso que a pesar de que siempre he estado perdida, en esos momentos pareciera que en verdad no ha sido por mucho tiempo. 
Esa noche no fuimos a “un lugar más bonito”, pero aunque el escenario fue el mismo, el clímax y el desenlace siempre son diferentes. Esta vez sentí que nos devoramos con más desesperación que en otras ocasiones… cada vez nos extrañamos con más fuerza y más rápido.
Su lengua se adentró en mi cuerpo de una manera más profunda, lo sentí en sus besos, lo sentí en mi parte más íntima. Era como si me comiera lentamente y por dentro.
Sus labios y su lengua se aferraron a mi vagina mientras sus manos acariciaban suavemente mis piernas, mis muslos, mis nalgas, mi espalda. Fue un placer exquisito sentir eso mientras yo chupaba y besaba su pene. Quería que ambos probáramos lo más profundo de nosotros.
La velocidad fue cambiando cuando comenzó a penetrarme, primero acarició mi pubis y fue entrando poco a poco en mí… pero como siempre yo estaba muy tensa y le pedí que me esperara.
Me esperó por un rato, pero luego sentí que de un momento a otro entró con fuerza y me preguntó: “¿Te gusta que te lo meta?”
Yo contesté entre gemidos: “Sí, pero, es que está muy duro.”
Y fue como si esa frase lo hiciera enloquecer porque a partir de entonces comenzó a entrar y salir de mi cuerpo con más fuerza y cada vez más rápido, mientras me repetía al oído: “Es por tu culpa, es tu culpa, tú me lo pones así.”, y besaba mi cuello con desesperación.
Recordé uno de sus mensajes de ese día: “Tengo el pene durísimo, hasta palpita. Quiere tu boca.”, y aunque por un momento la palabra “culpa” me alteró, me encantó la idea de ser la culpable, la provocadora, me excitó pensar que tengo un efecto en él que no puede controlar… sí, tal vez sí soy perversa.
Esta vez sentí que me dio un poco más de él, apenas podía soportar tanto placer, mis piernas estaban tensas, pero él entró con más fuerza y por impulso lo abracé fuerte, mis uñas arañaron su espalda y se clavaron en sus glúteos mientras yo gemía y gritaba cada vez más descontrolada. Creo que esta vez lo disfruté más que otras veces porque lo tenía muy cerca de mí, su cuerpo y el mío estuvieron más juntos que nunca.
Entonces dijo: “Ahhh, ¡cómo cogemos tú y yo!”, y besó mis labios mientras seguía penetrándome así, estaba perdiéndome en él, pero la tensión de mis muslos no disminuía y sabía que él quería llegar hasta el fondo de mí. Hay una barrera que no me deja entregarme por completo y se pone en guardia ante la más mínima sensación placentera.
“¿Sabes qué es lo mejor de coger contigo? ¡Cómo gimes!”, me dijo. Es increíble cómo dentro de todo lo que hacemos, lo que más le guste sea eso: un simple sonido… y ni siquiera me percato de cuando lo hago, es de lo más impulsivo, tal vez en eso esté su encanto.
Me vinieron a la mente algunas cosas, como lo primero que me dijo desde la primera vez: “¡Me encanta cómo gimes!”, se ha referido a eso en mensajes de texto: “Extraño tus gemidos y …”, fue algo que me dijo la ocasión anterior que nos vimos: “¿Ya escuchaste? La de la tele gime como tú, así delicioso.”  
¿Quién iba a pensarlo? Yo no gimo como la de la tele, ella, la actriz porno, gime como yo, ese sonido es MÍO y él nunca lo había escuchado hasta que me conoció a mí. Pensé, cualquiera después de mí que gima parecido será una imitadora, porque ese es mi sello. 
¿Cuál es el de él? Su lengua, definitivamente, y creo que todo lo que tenga que ver con ésta, sus labios, su voz, sus dientes. En fin, creo que su marca es más bien su boca, sus besos, sus mordidas, todo lo que sabe hacer con ella.
Recuerdo que después de bañarse me dijo que iba a la cena de su papá y que sólo llegaría al postre, no parecía estar muy interesado en ir… creo que él no es precisamente su persona favorita. O tal vez simplemente prefirió estar conmigo un rato, no pudo resistirse a que le dijera: “Ya estoy lista para ti.”
Extrañé el momento en el que queda exhausto y cierra sus ojos para que yo lo acaricie y bese todo su cuerpo, pero no hubo tiempo. Durante el camino de regreso me dijo que un día en que no tuvo llamados en la mañana había pensado en hablarme para vernos temprano y tener más tiempo, pero al final no lo hizo… ¿por qué no lo habrá hecho?, ¿por qué me dijo eso?
Creo que quiso darme a entender que quería que estuviéramos más tiempo juntos, pero nuestros horarios eran complicados, algo parecido a lo que me dijo la ocasión pasada. Incluso recuerdo que dijo: “A veces no puedo verte, pero no es porque no quiera, es porque tengo trabajo.” Y todavía lo remató con: “Y tengo que trabajar porque con eso pago mi carro.”
Todo era muy lógico, ¿por qué creyó que tenía que explicármelo? Yo siempre he entendido que a veces tiene llamados muy tarde y que tiene que trabajar mucho. Pero, una vez más, aunque él mismo aceptó que en ocasiones quería verme más seguido y no podía, yo preferí no hablar mucho.
Todavía me da miedo hablarle, muchas veces hago comentarios estúpidos, intento hacerme la chistosa y él no entiende. Tengo mucho miedo de no agradarle, inclusive me da miedo intentar agradarle… sé que será más tardado que todo lo demás.
No quiero forzar las cosas, no quiero precipitarme, tengo que pensar bien antes que nada. Aunque a veces por pensar tanto me quedo callada y no puedo cometer los mismos errores.
Esta vez al llegar a mi casa él salió de su auto para sacar su chamarra y un cigarro de la cajuela y al regresar se despidió de mí. Dijo “hablamos pronto” dos veces… algo me dice y algo desea aun con más fuerza que sea más pronto de lo que pienso.

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