17/09/2011
Hace mucho tiempo que no me había sentido tan triste como
ahora, creo que la última vez que sentí este tipo de tristeza fue cuando tenía
10 años. En ese momento no entendía la causa de mi tristeza, sólo la sentía y
no podía evitarla. Después comprendí que todo se debía a una decepción… la
muerte de una ilusión. Nunca pensé que llegaría un momento en el que mi
sufrimiento lo causara precisamente la persistencia de una ilusión y mi deseo
de matarla a toda costa.
Todo se juntó, se conjuró en mi contra, yo misma lo preparé.
Un nuevo pensamiento horrible me invadió, ¿hice lo que hice porque quería
hacerlo, o acaso esto tuvo que ver con “los demás”?, ¿fue esto una forma de
demostrarme algo a mí misma o en realidad quería demostrarle algo a alguien
más?
Pensé que tal vez todo lo había hecho por mi “némesis”, ese
que creí que era mi amigo, luego creí que lo amaba y ahora cada día lo detesto
más. Siento que una parte de mí quería hacerle saber que él no podía tenerme
cuando quisiera, que no me importa lo que haga, que él es cualquiera, nadie
especial.
El otro problema que me causa frustración es el hecho de
pensar que ya caí en mi propia trampa y que siempre supe que así sería, lo cual
me convierte en una enferma. Ya no sé a quién engaño y me pregunto si en
realidad lo comprendo todo a la perfección… pero sigo mintiéndome.
Tal vez lo que
siempre pensé que era mi plan, nunca lo fue, porque ahora me siento realmente
estúpida al darme cuenta de que las cosas no sucedieron como yo quería. No ha
habido ningún cambio significativo, sigo sintiéndome tan mal como desde un
principio… la sensación de triunfo y placer fue muy efímera, ¿o será ese su
estado natural?
Otra vez me sentí pequeña, encerrada en mi mundo, sola y
vacía… empecé a pensar en cómo serían las cosas si yo simplemente
desapareciera. Tenía ganas de salir corriendo sin rumbo fijo hasta llegar muy
lejos, a un lugar donde nadie pudiera encontrarme, perderme para siempre y
morir o algo así.
Supe que si no sacaba ese sentimiento de mi, éste se
extendería hasta adueñarse de mis días, no me dejaría en paz. Cada día sería
aun más triste y monótono que el anterior, me condenaría a mí misma a
encerrarme en mi mente y a repetir el pasado. Mi vida sería pesada y dolorosa,
sería como estar en un llanto perpetuo. Ya lo sabía porque ya me había sucedido
antes y temí que las lágrimas volvieran a adueñarse de mí.
Sentí que mi sacrificio no valió la pena y eso me hizo sentir
insignificante. Mi único deseo era cambiar y nada había cambiado, yo seguía
siendo la misma estúpida con el corazón roto. Creí que el sacrificio me
salvaría del dolor y el miedo, pero todo seguía igual. Mi plan no sirvió para
nada y esa era mi nueva decepción, si mis sentimientos nunca han tenido valor
para nadie, pensé que mi cuerpo tal vez sí… pero tampoco.
Ahora sólo buscaba levantarme apoyada de la idea de que todo
esto siempre lo supe y así lo quise, pero sentí que no podía levantarme sola.
Necesitaba que alguien me regresara al mundo y me hiciera sentir que
efectivamente no ha pasado nada y eso es justamente lo mejor de esta experiencia.
Por eso salí a la calle, con los ojos hinchados de tanto
llorar… hace tanto que no lloraba que ya me jactaba de que se me habían acabado
las lágrimas. Pero cuando recuerdo este momento, las lágrimas vuelven a salir y
sé que todavía me quedan muchas más. Tal vez esta situación es la necesaria
para ahora sí vaciarme por completo hasta que mis ojos realmente se sequen y
dejen de ver luz donde no la hay.
¿Algún día cambiará esto?, ¿Algún día encontraré a alguien?,
¿Algún día alguien podrá sentir algo por mí? Cada día me esfuerzo más por
aceptar que nunca pasará, por dejar de pensar en eso, por dejar de desearlo con
tanta fuerza, pero sé que muy dentro de mí sigo deseando que suceda, sigo
esperando y ya no quiero estar así. Ni siquiera la decepción que yo misma
planee me ha hecho afrontar la cruel realidad. No entiendo por qué sigo
aferrándome a algo que todo me indica que no existe, al menos no para mí.
Me alegré de contar con amigos que me apoyan… creo que esa
es la única forma de afecto sincera y duradera que he podido encontrar. Nadie
jamás podrá estar realmente en mi lugar, pero el poder compartir mi sentir sin
temer consecuencias es invaluable. Si cuando tenía 10 años alguien me hubiera
escuchado de verdad, sé que mi tristeza no hubiera durado tanto… pero en esos
momentos no había palabras que tradujeran mi resignación ante el mundo.
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