NOVIEMBRE
2/11/2011
Día de Muertos y me siento viva, mi mente está cambiando, mi
vida está cambiando y ese movimiento que hace que el mundo rote y lo nuevo
reemplace a lo viejo es lo que me hace sentir que no he muerto, aunque mi idea
inicial era tocar fondo y morir… ahora disfruto la prolongada caída.
El tiempo y las cosas fluyen, mis sentimientos están
cobrando nuevas formas, indefinidas, es verdad, pero esa incertidumbre aunque
me mortifica me seduce a la vez. Esa oscilación entre el todo y la nada es
ahora mi libertad.
Después de tantas tormentas en mi mente, la segunda vez al
fin se consumó y trajo consigo el momento de placer que tanto esperé. Primero
sentí pena de hablarle, había pasado una semana después de la última vez que le
hablé y que no pude verlo porque se fue a Acapulco… después me llegó la regla y
tuve que esperar una laaaaaaaaaaaaarga semana, ¡odio la menstruación!
No sé por qué me dio tanta pena hablarle, en verdad fue algo
muy intenso, el contacto se había perdido tanto que me sentí como niña de
secundaria intentando entablar conversación con su amor platónico. Ya tenía el
celular en la mano, pero en verdad mi corazón latía tan fuerte que tuve miedo
de sofocarme mientras hablaba o de estallar en un ataque de risa como mecanismo
de defensa, o de decir algo muy estúpido o comprometedor (bueno, eso sí es
inevitable).
Mis nervios eran tantos que llegué a pensar que lo mejor
para mi salud mental sería no volver a hablarle nunca, porque ya sé que me
pongo muy intensa. Sin embargo mis ganas de verlo eran más fuertes y me tragué
los nervios, lo cual sólo dio entrada al nuevo suplicio que implica esperar su
llamada de vuelta… todo un calvario.
Clase de Seymur (como si eso no fuera de por sí un calvario)
y yo con el celular en la mano esperando una señal, ya ni siquiera me importó
que hubo otro examen en el que otra vez me bajaron un punto. ¡Qué pronto he
caído en mi propia trampa!, ¡qué ingenua he sido!, pero no me arrepiento, jamás
me arrepentiría de haber vuelto a sentir ese palpitar sofocante que según ya
hasta me daba asco… ¿a quién quiero engañar? Bien sé que no me importa caer tan
bajo con tal de volver a sentir. Además no tiene nada de malo lo que hago…
quiero creer.
Eran las seis en punto y nada… como de costumbre yo ya
estaba al borde del colapso. De por sí me la pasé mirando el reloj y mi cara no
sabe disimular nada, así que según para distraerme me fui con mis amigos a ver
las emblemáticas ofrendas de “las islas” donde todos intentaron distraerme de
mi amarga frustración, pero obvio nadie lo logró.
Desde las seis yo ya había dado por perdido todo, le dije a
mi mamá que volvería a las ocho y cuando se me ocurrió sacar el celular para hablarle
me di cuenta de que él me había mandado un mensaje donde me explicaba que
estaba en grabación y que saldría muy tarde pero que le avisara si sí nos
íbamos a ver.
Primero me quise poner de reina, en plan de “ahora ya no
quiero nada”, pero ni al caso, ahora tenía que hacer un plan para salirme con
la mía y mis amigas me ayudaron. Una vez más el mundo parecía interponerse a mi
deseo, $100 en el bolsillo, una mochila con una laptop que casi me disloca el
hombro, un celular sin crédito y con una batería a punto de agotarse y una
apariencia terrible después de ese largo día.
El plan fue el siguiente: inventar que iría con “los babies”
(como casi todos los viernes) a jugar cartas y a beber con medida y que otro
amigo pasaría por mí a la universidad y me regresaría a mi casa a la 1:00 am en
punto, decirles eso tanto a mi mamá como a mi papá y después decirle a él que
sí quería verlo y decirle en donde para sólo esperarlo ahí… aunque se me pasó
pensar en avisarles a los “babies” que hicieran paro, pero afortunadamente no
fue necesario.
En el seven eleven fueron suficientes $30 para no quedar
incomunicada y saber que él saldría hasta las 11 de grabar, así que lo esperé
desde las 10 en el Sanborns de Plaza Universidad, intentando arreglarme y viendo
sus mensajes… porque esta vez hasta me dijo desde antes que no me desesperara
porque ya venía en camino.
Venía en un seat color beige (bueno, no vi bien en la
oscuridad), se estacionó enfrente del Walmart. Cuando subí al coche me platicó
un poco de lo que estaba grabando y pues yo hablé poco de mí como siempre… eso
no es importante, entre menos nos involucremos en los asuntos del otro mejor.
Fuimos a un Oxxo cercano a comprar 3 botellas de Finlandia
(mmmm… amo Finlandia), sus cigarros (clásicos) y condones Sico (de los buenos).
Bueno, hasta ese momento me di cuenta de que también íbamos a comprar eso,
aunque el asunto fue muy discreto, creo que el tipo de la caja jamás se dio
cuenta de que veníamos juntos hasta que vio que yo agarré las botellas y nos
subimos al mismo auto.
¿Qué diablos podrían tener que ver un tipo que viene de
jeans con una gorra blanca con una tipa que trae una chamarra de cuero negro
con estoperoles? Creo que nos veíamos raros juntos… who cares. Después nos
dirigimos a nuestro nuevo lugar neutro, creo que ese también lo había visto
antes, este sí era un clásico motel. “Motel es el del carro ¿no?”, me preguntó.
Desde la entrada había un cartel grande con los precios y una
especie de cubículos, bueno, eran los lugares para estacionar el carro en frente
de los cuartos y estaban cubiertos por una cortina de plástico rara… seguro es
para que no se vean las placas de los coches.
Es gracioso pensar que todos tengamos que escondernos así
para hacer algo que se supone es de lo más normal, natural, justo y necesario.
En fin, no sé de donde salió una tipa que le cobró a A… “el seductor de mis
pesadillas” (todavía no me atrevo a escribir su nombre), mientras yo seguía
dentro del coche, no sé por qué me dio pena salir.
El cuarto esta vez era como una pequeña casita, esta vez fui
yo quien cerró las ventanas y las cortinas, sentía que el cuarto estaba muy
expuesto porque daba a un lugar vacío, quien sabe si alguien estuviera
paseándose por ahí y escuchara algo. Bueno, de hecho, lo extraño de esos
lugares es que siempre impera la sensación de que sólo estás tú ahí, como si
los demás cuartos estuvieran vacíos, ¿en verdad será así?
En cuanto llegué tomé una botella y casi me la echo de un
trago, estaba nerviosa, no podía creer que ya estuviéramos ahí y que fuera a
pasar lo que iba a pasar… había esperado tanto tiempo y ahora sentía más miedo
que la primera vez. Mientras tanto, él encendió la televisión y fue al baño,
primero dejó la película de Batman en el cinco, pero cuando salió siguió
cambiando los canales hasta llegar a los pornográficos, algo me hizo pensar que
él ya sabía que había eso ahí.
“¡Oh, canales para adultos!”, dijo, como si se sorprendiera,
y dejó eso. No sabría decir si me incomodé porque en realidad el efecto que la
pornografía genera en mi es indiferencia, jamás excitación, jamás me provocaría
sexualmente algo que casi por definición considero misógino… pero en fin, creo
que a los hombres les gusta eso, nunca lo comprenderé. Preferí pensar que puso
eso para que el ruido de la televisión fuera el que sobresaliera y no el de
nosotros.
Sin embargo necesitaba expresar mi incomodidad por la
“violencia simbólica” sin ofender a mi acompañante, así que me limité a decir:
“nunca hemos visto la cara del tipo” justo al mismo tiempo en que él me dijo:
“¿sabes qué es curioso de esto?... ahhh, justo eso te iba a decir, nunca se ve
él.”
Me alegró que él mismo se diera cuenta de eso también y que
se nos ocurriera decirlo en el mismo momento, después sólo hicimos bromas al
respecto. Él dijo: “Tal vez él salga hasta el final sonriendo a la cámara.”,
debo aceptar que eso me tranquilizó, aunque bien sé que el sentido de esas
películas es otro. “Digno de analizarse”, le dije. “Sí, digno de analizarse.”,
me contestó.
Después de otros cuantos fríos comentarios al respecto, él
decidió cambiar a otro canal de pornografía porque la chava del otro canal
gritaba mucho para su gusto. Es verdad, esto nunca ha sido romántico, pero es
real, con eso me basta.
Mientras tanto yo ya casi me termino la segunda botella de
Finlandia que se supone compartiríamos, bueno, le dejé el trago final. Justo
después de eso, en un momento de distracción (como suele suceder), él tomó una
de mis piernas y de repente yo ya estaba encima de él en la cama. Lo besé
mientras acariciaba su cabello y sentía como sus manos recorrían mi espalda,
después me quitó la blusa y me desabrochó el bra rapidísimo (me sorprendió su
habilidad).
Entonces siguió besándome mientras acariciaba mi vientre y
mis senos. Después sus besos descendieron hasta llegar a mi cuello y a mis pezones,
los cuales chupó por largo tiempo. Intentó quitarme los pantalones, pero mi
cinturón es difícil de quitar, así que lo ayudé un poco. Después de quitarme la
ropa interior, él abrió mis piernas suavemente para meter su lengua en mi sexo…
yo sólo me retorcía en la cama y gemía.
Él ya estaba desnudo también y supe lo que ahora íbamos a
hacer, así que yo misma introduje su pene en mi boca e intenté ser más diestra
que la vez pasada… creo que sí mejoré. Me distraje tanto en eso que no me di
cuenta de lo que pasaba, cuando volteé a verlo tenía en sus manos la caja de
condones, y luego… no vi cuando se puso el condón (eso pasa por cerrar los ojos,
pero sí se lo puso, estoy segura).
Esta vez hubo más contacto visual, lo cual es extraño porque
nunca he podido descifrar la expresión de su rostro, es una hoja en blanco. No
sé qué sea lo que le digan mis ojos, espero que no mucho.
Cuando intentó penetrarme otra vez hubo problemas, llegó a
un punto en que me dolía mucho, yo estaba muy nerviosa y tensa ¡otra vez! Le dije
que me dolía y no sabía por qué, mientras él me decía que no pusiera duras las
piernas. Estaba molesta, había fantaseado tanto con que esto se repitiera que
no era posible que mis nervios lo arruinaran.
Al final él volvió a optar por lo mismo que la otra vez, se
quedó quieto y me colocó encima de él, me dijo que me tranquilizara e hiciera
lo mismo que la vez pasada. “Haz lo que tú quieras”, dijo con su tono suave,
mientras tomaba mis dos manos y un impulso mutuo nos llevó a hacer algo así
como la forma de un círculo en el aire. No sabría describirlo bien, pero ese
movimiento lo he visto en otra parte, es clásico, es como si quienes se toman
de ambas manos crearan una especie de campo de fuerza a su alrededor.
Cuando eso pasó algo
me extrañó, era un movimiento tierno, casi cursi y había surgido con tal
naturalidad… no es algo que hagan en las películas pornográficas.
Después él dijo en un tono entre tierno y reclamando: “¿Por
qué te tardaste tanto tiempo en hablarme?” Yo estaba desesperada por evadir el dolor
y volver a sentir placer, así que empecé a moverme muy rápido aunque me dolía y
en verdad no tenía idea de qué responder, sólo le dije: “No sé, no sé”, entre
gemidos. No era momento para hacerle algún reclamo o justificarme por mi ciclo
menstrual.
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