domingo, 2 de diciembre de 2012

La segunda noche



NOVIEMBRE
2/11/2011
Día de Muertos y me siento viva, mi mente está cambiando, mi vida está cambiando y ese movimiento que hace que el mundo rote y lo nuevo reemplace a lo viejo es lo que me hace sentir que no he muerto, aunque mi idea inicial era tocar fondo y morir… ahora disfruto la prolongada caída.
El tiempo y las cosas fluyen, mis sentimientos están cobrando nuevas formas, indefinidas, es verdad, pero esa incertidumbre aunque me mortifica me seduce a la vez. Esa oscilación entre el todo y la nada es ahora mi libertad.
Después de tantas tormentas en mi mente, la segunda vez al fin se consumó y trajo consigo el momento de placer que tanto esperé. Primero sentí pena de hablarle, había pasado una semana después de la última vez que le hablé y que no pude verlo porque se fue a Acapulco… después me llegó la regla y tuve que esperar una laaaaaaaaaaaaarga semana, ¡odio la menstruación!    
No sé por qué me dio tanta pena hablarle, en verdad fue algo muy intenso, el contacto se había perdido tanto que me sentí como niña de secundaria intentando entablar conversación con su amor platónico. Ya tenía el celular en la mano, pero en verdad mi corazón latía tan fuerte que tuve miedo de sofocarme mientras hablaba o de estallar en un ataque de risa como mecanismo de defensa, o de decir algo muy estúpido o comprometedor (bueno, eso sí es inevitable).
Mis nervios eran tantos que llegué a pensar que lo mejor para mi salud mental sería no volver a hablarle nunca, porque ya sé que me pongo muy intensa. Sin embargo mis ganas de verlo eran más fuertes y me tragué los nervios, lo cual sólo dio entrada al nuevo suplicio que implica esperar su llamada de vuelta… todo un calvario.
Clase de Seymur (como si eso no fuera de por sí un calvario) y yo con el celular en la mano esperando una señal, ya ni siquiera me importó que hubo otro examen en el que otra vez me bajaron un punto. ¡Qué pronto he caído en mi propia trampa!, ¡qué ingenua he sido!, pero no me arrepiento, jamás me arrepentiría de haber vuelto a sentir ese palpitar sofocante que según ya hasta me daba asco… ¿a quién quiero engañar? Bien sé que no me importa caer tan bajo con tal de volver a sentir. Además no tiene nada de malo lo que hago… quiero creer.
Eran las seis en punto y nada… como de costumbre yo ya estaba al borde del colapso. De por sí me la pasé mirando el reloj y mi cara no sabe disimular nada, así que según para distraerme me fui con mis amigos a ver las emblemáticas ofrendas de “las islas” donde todos intentaron distraerme de mi amarga frustración, pero obvio nadie lo logró.
Desde las seis yo ya había dado por perdido todo, le dije a mi mamá que volvería a las ocho y cuando se me ocurrió sacar el celular para hablarle me di cuenta de que él me había mandado un mensaje donde me explicaba que estaba en grabación y que saldría muy tarde pero que le avisara si sí nos íbamos a ver.
Primero me quise poner de reina, en plan de “ahora ya no quiero nada”, pero ni al caso, ahora tenía que hacer un plan para salirme con la mía y mis amigas me ayudaron. Una vez más el mundo parecía interponerse a mi deseo, $100 en el bolsillo, una mochila con una laptop que casi me disloca el hombro, un celular sin crédito y con una batería a punto de agotarse y una apariencia terrible después de ese largo día.
El plan fue el siguiente: inventar que iría con “los babies” (como casi todos los viernes) a jugar cartas y a beber con medida y que otro amigo pasaría por mí a la universidad y me regresaría a mi casa a la 1:00 am en punto, decirles eso tanto a mi mamá como a mi papá y después decirle a él que sí quería verlo y decirle en donde para sólo esperarlo ahí… aunque se me pasó pensar en avisarles a los “babies” que hicieran paro, pero afortunadamente no fue necesario.
En el seven eleven fueron suficientes $30 para no quedar incomunicada y saber que él saldría hasta las 11 de grabar, así que lo esperé desde las 10 en el Sanborns de Plaza Universidad, intentando arreglarme y viendo sus mensajes… porque esta vez hasta me dijo desde antes que no me desesperara porque ya venía en camino.
Venía en un seat color beige (bueno, no vi bien en la oscuridad), se estacionó enfrente del Walmart. Cuando subí al coche me platicó un poco de lo que estaba grabando y pues yo hablé poco de mí como siempre… eso no es importante, entre menos nos involucremos en los asuntos del otro mejor.
Fuimos a un Oxxo cercano a comprar 3 botellas de Finlandia (mmmm… amo Finlandia), sus cigarros (clásicos) y condones Sico (de los buenos). Bueno, hasta ese momento me di cuenta de que también íbamos a comprar eso, aunque el asunto fue muy discreto, creo que el tipo de la caja jamás se dio cuenta de que veníamos juntos hasta que vio que yo agarré las botellas y nos subimos al mismo auto.  
¿Qué diablos podrían tener que ver un tipo que viene de jeans con una gorra blanca con una tipa que trae una chamarra de cuero negro con estoperoles? Creo que nos veíamos raros juntos… who cares. Después nos dirigimos a nuestro nuevo lugar neutro, creo que ese también lo había visto antes, este sí era un clásico motel. “Motel es el del carro ¿no?”, me preguntó.
Desde la entrada había un cartel grande con los precios y una especie de cubículos, bueno, eran los lugares para estacionar el carro en frente de los cuartos y estaban cubiertos por una cortina de plástico rara… seguro es para que no se vean las placas de los coches.
Es gracioso pensar que todos tengamos que escondernos así para hacer algo que se supone es de lo más normal, natural, justo y necesario. En fin, no sé de donde salió una tipa que le cobró a A… “el seductor de mis pesadillas” (todavía no me atrevo a escribir su nombre), mientras yo seguía dentro del coche, no sé por qué me dio pena salir.
El cuarto esta vez era como una pequeña casita, esta vez fui yo quien cerró las ventanas y las cortinas, sentía que el cuarto estaba muy expuesto porque daba a un lugar vacío, quien sabe si alguien estuviera paseándose por ahí y escuchara algo. Bueno, de hecho, lo extraño de esos lugares es que siempre impera la sensación de que sólo estás tú ahí, como si los demás cuartos estuvieran vacíos, ¿en verdad será así?
En cuanto llegué tomé una botella y casi me la echo de un trago, estaba nerviosa, no podía creer que ya estuviéramos ahí y que fuera a pasar lo que iba a pasar… había esperado tanto tiempo y ahora sentía más miedo que la primera vez. Mientras tanto, él encendió la televisión y fue al baño, primero dejó la película de Batman en el cinco, pero cuando salió siguió cambiando los canales hasta llegar a los pornográficos, algo me hizo pensar que él ya sabía que había eso ahí.
“¡Oh, canales para adultos!”, dijo, como si se sorprendiera, y dejó eso. No sabría decir si me incomodé porque en realidad el efecto que la pornografía genera en mi es indiferencia, jamás excitación, jamás me provocaría sexualmente algo que casi por definición considero misógino… pero en fin, creo que a los hombres les gusta eso, nunca lo comprenderé. Preferí pensar que puso eso para que el ruido de la televisión fuera el que sobresaliera y no el de nosotros.
Sin embargo necesitaba expresar mi incomodidad por la “violencia simbólica” sin ofender a mi acompañante, así que me limité a decir: “nunca hemos visto la cara del tipo” justo al mismo tiempo en que él me dijo: “¿sabes qué es curioso de esto?... ahhh, justo eso te iba a decir, nunca se ve él.”
Me alegró que él mismo se diera cuenta de eso también y que se nos ocurriera decirlo en el mismo momento, después sólo hicimos bromas al respecto. Él dijo: “Tal vez él salga hasta el final sonriendo a la cámara.”, debo aceptar que eso me tranquilizó, aunque bien sé que el sentido de esas películas es otro. “Digno de analizarse”, le dije. “Sí, digno de analizarse.”, me contestó.
Después de otros cuantos fríos comentarios al respecto, él decidió cambiar a otro canal de pornografía porque la chava del otro canal gritaba mucho para su gusto. Es verdad, esto nunca ha sido romántico, pero es real, con eso me basta.
Mientras tanto yo ya casi me termino la segunda botella de Finlandia que se supone compartiríamos, bueno, le dejé el trago final. Justo después de eso, en un momento de distracción (como suele suceder), él tomó una de mis piernas y de repente yo ya estaba encima de él en la cama. Lo besé mientras acariciaba su cabello y sentía como sus manos recorrían mi espalda, después me quitó la blusa y me desabrochó el bra rapidísimo (me sorprendió su habilidad).
Entonces siguió besándome mientras acariciaba mi vientre y mis senos. Después sus besos descendieron hasta llegar a mi cuello y a mis pezones, los cuales chupó por largo tiempo. Intentó quitarme los pantalones, pero mi cinturón es difícil de quitar, así que lo ayudé un poco. Después de quitarme la ropa interior, él abrió mis piernas suavemente para meter su lengua en mi sexo… yo sólo me retorcía en la cama y gemía.
Él ya estaba desnudo también y supe lo que ahora íbamos a hacer, así que yo misma introduje su pene en mi boca e intenté ser más diestra que la vez pasada… creo que sí mejoré. Me distraje tanto en eso que no me di cuenta de lo que pasaba, cuando volteé a verlo tenía en sus manos la caja de condones, y luego… no vi cuando se puso el condón (eso pasa por cerrar los ojos, pero sí se lo puso, estoy segura).
Esta vez hubo más contacto visual, lo cual es extraño porque nunca he podido descifrar la expresión de su rostro, es una hoja en blanco. No sé qué sea lo que le digan mis ojos, espero que no mucho.
Cuando intentó penetrarme otra vez hubo problemas, llegó a un punto en que me dolía mucho, yo estaba muy nerviosa y tensa ¡otra vez! Le dije que me dolía y no sabía por qué, mientras él me decía que no pusiera duras las piernas. Estaba molesta, había fantaseado tanto con que esto se repitiera que no era posible que mis nervios lo arruinaran.
Al final él volvió a optar por lo mismo que la otra vez, se quedó quieto y me colocó encima de él, me dijo que me tranquilizara e hiciera lo mismo que la vez pasada. “Haz lo que tú quieras”, dijo con su tono suave, mientras tomaba mis dos manos y un impulso mutuo nos llevó a hacer algo así como la forma de un círculo en el aire. No sabría describirlo bien, pero ese movimiento lo he visto en otra parte, es clásico, es como si quienes se toman de ambas manos crearan una especie de campo de fuerza a su alrededor.
 Cuando eso pasó algo me extrañó, era un movimiento tierno, casi cursi y había surgido con tal naturalidad… no es algo que hagan en las películas pornográficas.
Después él dijo en un tono entre tierno y reclamando: “¿Por qué te tardaste tanto tiempo en hablarme?” Yo estaba desesperada por evadir el dolor y volver a sentir placer, así que empecé a moverme muy rápido aunque me dolía y en verdad no tenía idea de qué responder, sólo le dije: “No sé, no sé”, entre gemidos. No era momento para hacerle algún reclamo o justificarme por mi ciclo menstrual.

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