OCTUBRE
7/10/2012
Que tal que dejara de buscarte, que dejara de pensar todos
los días en ti, que borrara tus mensajes y hasta el más mínimo recuerdo tuyo…
que borrara incluso estas páginas que relatan nuestra historia, que llorara hasta
que mis ojos se secaran y que repitiera tu nombre mil veces hasta que me sonara
desconocido, ¿qué pasaría?
¿Desaparecerías?
Ya son muchas veces las que me he escuchado a mí misma
decir: “a veces siento que lo mejor que podría pasarme es que no volvieras a
hablarme nunca.”, pero obviamente eso sería lo peor.
No hay algo más tormentoso que observar como la huella de
una pasión tormentosa (la primera y la única en mi vida) se va desgastando
hasta convertirse en una marca casi invisible.
Nos amenaza el olvido.
Sin embargo, parece que la única manera de salvarme del
dolor es despojar de su valor a esos recuerdos tuyos… aunque eso también
implique desvalorizarme a mí misma.
He logrado llegar hasta aquí porque todo este tiempo me he
escapado de mi mente, pero cuando recobro la conciencia no puedo soportar mis
pensamientos.
Desde el principio me he desvalorizado… alguna vez pensé que
esperaría lo que fuera necesario hasta encontrar a alguien especial, “el
indicado”, esa persona con quien me sintiera segura, que me respetara y
admirara, que le importara, que me quisiera mucho y que pensara en mí. A él y
sólo a él le entregaría todo lo que soy.
Esperé con ansias, estaba segura de que existía, trataba de
imaginarlo y adivinar cómo podría ser esa persona única y especial destinada a
estar conmigo. Pensaba en todas las cosas que haríamos juntos y todo lo que
compartiríamos. Seríamos tan felices que un siglo de espera valdría la pena.
Pero algo extraño pasó mientras lo esperaba, me confundí
algunas veces, quise encontrarlo donde no estaba, a veces justo en los lugares
más recónditos y más oscuros, donde el afecto siempre me era negado desde el
principio.
A mi alrededor, la gente también se confundía y creía
encontrar a “el indicado” una o más veces. Después de un tiempo se daban cuenta
de que se habían confundido y no eran el uno para el otro así que se separaban
y seguían buscando.
Yo me confundí algunas veces, pero a mí nadie nunca me
confundió con “la indicada”.
Fue entonces cuando pensé que tal vez yo no era tan única y especial
como quería creer… y que tal vez “el indicado” no existía, al menos no para mí.
Me cansé de esperar, dejé de creer, murió mi esperanza… y llegaste
tú: “el seductor de mis pesadillas”.
Aun recuerdo que desde la primera vez que te vi supe lo que
eras y lo que buscabas. Nunca confié en ti, pero no me parecías peligroso
porque jamás creí que fueras a ver en mí a una presa fácil.
¿En qué momento me dejé caer?, ¿En qué momento me rendí?
Cuando la conciencia regresa me atormenta pensar que lo que
ha sucedido en la realidad no tiene nada que ver con mis ideales. Ver cómo los
he destrozado me da mucha tristeza.
Pero ¿qué se supone que hiciera si ya no podía soportar más?
Yo solo quería sentir algo aunque fuera por un momento, aunque no fuera cierto,
aunque estuviera condenado a volverse insignificante con el tiempo, aunque
supiera de antemano que tú no sentirías lo mismo que yo, aunque me hiciera daño
a mí misma yo sólo quería sentir algo.
Me siento estúpida, decepcionada de ti y de mí, siento que
he dejado escapar algo que jamás recuperaré, siento que he destruido algo que
estaba destinado a ser hermoso.
Es por esto que ahora veo que la forma más sencilla de
escapar de esos pensamientos es restarle valor a las cosas, tener otra visión.
Lo que vivimos es una aventura, una historia realista y de libertad que nada
tiene que ver con idealismos cursis e hipócritas.
“El indicado” no es ese estereotipo inexistente que la
sociedad y la cultura se han empeñado en imponer, “el indicado” es aquel con
quien por primera vez te dan ganas de perderte sin importar si regresas o no.
Esas ideas que me abruman no son más que consecuencia de la
maldita doble moral constituida por el conservadurismo religioso y la
falocracia, de las cuales es casi imposible escapar si se vive en este mundo.
Lo nuestro es un mar inmenso e incontenible de
incertidumbre, pues no hay verdad, no hay razón, no hay nada. Nosotros nos
ahogamos de vez en cuando para redescubrir una y otra vez que morir no es lo
peor que puede pasar.
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