domingo, 2 de diciembre de 2012

Condenada a extrañarte



19/08/2012
Te extraño.
Me limito a decir que extraño tu pene, pero tú eres más que una sensación entre mis piernas. O tal vez sea verdad lo que te escribo en mis mensajes y en realidad sólo extrañe tu pene, al fin es lo que mejor conozco de ti… aunque no seas tú.
“La falacia de la parte por el todo”, ese es mi problema. Por algunos instantes, esos en los que más te extraño, tú eres la parte que se convierte en mi todo… ¿o será “tu parte” mi todo? 
Una vez, mientras estábamos desnudos, uno encima del otro, me preguntaste: “¿Qué te encanta?”, y yo respondí: “Todo tú.” De ahí me hiciste una pregunta que aun no podría responderte:
“¿Qué es todo tú?”
Esa noche me quedé callada porque sabía que si hablaba diría una estupidez, también sabía lo que querías escuchar pero no iba a decírtelo.
Si yo hablara… ¡qué tontería! “Los amorosos callan.”
Me la paso extrañándote y diciéndote que te extraño (bueno, no a ti, a tu pene), es por eso que me temo que de cualquier manera estoy condenada a extrañarte.
Suponiendo que hoy por fin te viera, podría dejar de extrañarte, tal vez por un día, una semana o dos, pero después volvería a sentir eso que siento la mayoría del tiempo desde que todo esto comenzó.

Primero calmaría mi ansiedad con unos cuantos mensajes en los que te diría lo que creo que quieres escuchar sólo para que me respondieras. Esperaría con el corazón en la mano y el celular en el pecho que de pronto algo vibrara con ese sonido parpadeante y que de pura casualidad fueras tú.
Sentiría que cargo el mundo en mis espaldas por unos minutos… tal vez horas, esperando, siempre esperándote aquí y allá, en mi casa, en la escuela, en la calle. Con el celular en la mano y el corazón donde debería estar.
 Aunque ese día no te viera, me calmaría al saberlo por ti. Tu respuesta, tu disculpa, sería el mínimo contacto que necesitaría para tener fuerza suficiente para seguirte esperando otro y muchos días más.
Probablemente durante mi espera lloraría, me masturbaría, dormiría y volvería a llorar uno que otro día. Volvería a mandarte mensajes, volverías a responderme y eventualmente algún día te volvería a ver.
“Algún día” te dejaría de extrañar.
Y después seguiría extrañándote cada vez más.
Estoy condenada a extrañarte porque siempre me has sido extraño. Me eres tan ajeno que necesito evocar tu presencia con mis recuerdos. Necesito tus respuestas para saber que estás ahí, que no eres un producto de mi memoria, necesito saber que eres y no fuiste… aunque ya hayas sido.
Me aferro a continuar esta historia en la que dos extraños ni se conocen ni se relacionan, sólo convergen de vez en cuando en breves momentos de placer. Me esfuerzo por que esos momentos cada vez sean más en cantidad y frecuencia, así que mi búsqueda se intensifica en cantidad y frecuencia.
A veces siento que ya estás hartándote de mí y eso me aterra. Estos momentos en los que me veo caer, son los que revelan mi pavor al fracaso antes del intento. De pronto esto parece una profecía autocumplida, un suicidio. Me aterra que mis esfuerzos por mantenerte cerca sólo terminen por alejarte de mí para siempre. No quiero volver atrás.
¿Qué era yo antes de ti?, ¿Acaso he cambiado en algo? No quiero volver a como era antes, pero a veces creo que no hay gran diferencia. De cualquier manera me siento sola. ¿Cómo cambiar?
Eres la ilusión que no quiero destruir, ese eres todo tú, la esperanza a la que me aferro. Eres una experiencia, una oportunidad de no volver a fallar.
Pero si no acabo con esta ilusión, me dolerás por siempre.
A veces siento que estoy hartándome de ti, de buscarte y esperarte. Estoy harta de esta tensión perpetua entre tú y yo, de siempre tener miedo, de no poder hablarte, de que a veces no contestes mis mensajes. Estoy harta de fingir que esto es casual porque ya no lo es.
Por eso, a veces siento que lo mejor que podría sucederme es que ya no volvieras a hablarme nunca, pero se me hace un nudo en la garganta de sólo pensar que ya no volvería a verte… estoy condenada a extrañarte.
 ¿O debería orillarte a alejarte de mí haciendo justo lo que tanto temo hacer?
Ya no quiero tener miedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario