domingo, 2 de diciembre de 2012

N-A-K-E-D II



13/04/2011
Si pudiera, me moriría de gusto de gritarle en la cara: “Tú empezaste todo esto”, cosa que no serviría de nada, pero al menos diría lo que pienso y lo que yo considero “la verdad”.
Tal vez no debería deslindarme tanto de esto, después de todo, también es culpa mía… pero más de él.
Jean Baudrillard diría que las mujeres somos las que siempre empezamos sea como sea, con certeza diría que un hombre no puede iniciar el juego de la seducción, pero en este caso no lo creo.
Él nunca debió acercarse a mí así… no si nunca le interesé. Por cierto, Baudrillard también dice que la seducción no puede existir sin amor y una vez más creo que se equivoca.
Yo jamás busqué nada con él, de hecho, nunca hubiera imaginado que precisamente fuera a él a quien dedicaría todo este estúpido “diario” o lo que sea, porque ni siquiera escribo diario, sólo lo hago cuando me siento mal (por eso si alguien leyera esto seguramente me recomendaría el suicidio), por suerte no siempre estoy así.
Sé que parte de la culpa es mía por idiota, pero por más ingenuo que suene, en verdad yo pensé que él era diferente y que jamás jugaría así conmigo. Para muchos mi berrinche sería exagerado y sin fundamentos, pero todo aquel que me conozca sabe que para mí TODO ES EN SERIO, nada de que “no es para tanto”, porque sí es para tanto y MUCHO MÁS. Me siento traicionada, engañada, USADA (además de manoseada).
Ni siquiera estando ebria hago las cosas sin estar consciente de las posibles consecuencias, pero ese día me paralicé… en verdad no podía moverme, no podía evitarlo, algo en mi deseaba que pasara, yo soñaba con sentirlo, cerré mis ojos.
Pero al final no sentí nada… corrección, sentí algo horrible. Bueno, es difícil de explicar, primero me sentí impotente porque sabía que no tenía que permitirlo (porque sería como echar en saco roto todo lo que he leído de Baudrillard), pero como ya lo mencioné, en serio NO PODÍA MOVERME, mi cuerpo quería hacer otra cosa, quería “aflojarse y cooperar”.
Así de sencillo fue como toda la teoría de la seducción se fue al traste en la práctica; sin embargo, una parte de mi sentía que sí había triunfado y por fin cumplía su cometido. Fue entonces cuando decidí rendirme y sólo disfrutar, pero esa calidez que tanto esperaba nunca llegó.
Mi cuerpo estaba frío… entumido, cuando noté sus intenciones. Mi mente sólo giraba desesperada alrededor de la lección más sabia y más difícil de ese libro que aun no comprendo, y de todo un cúmulo de generaciones de VERDADERAS damas: “darse a desear”. No moví un dedo, no emití sonido alguno, pero en mi cabeza retumbaba un pensamiento insoportable: “¡Por favor no lo permitas! ¡No lo arruines justo ahora!”
Después pensé que todo podía ser una prueba, pero ¿una prueba para quién? Sé que yo tenía que probar mi aptitud para el juego, mi capacidad de NO precipitarme ansiosa de obtener mi objetivo y finalmente ganar… justo lo que siempre he deseado con todas mis fuerzas.
Yo tenía que demostrar que ya no busco ganar ningún juego, que ya no veo la vida como un “ganar-perder”, que los dualismos se han diluido para mí y que ahora el sentido del juego no es llegar a su fin declarando mi victoria (y su inevitable derrota), sino hacer hasta lo imposible por que el fin NUNCA llegue y sólo mantener la jugada, sembrar en él la tensión de la incertidumbre, incitarlo a jugar por el simple placer de jugar… y prolongar el juego hasta que el cuerpo aguante (o mejor dicho, aunque el cuerpo no aguante).    
Sin embargo, toda esa reflexión está hueca, porque aunque pueda salir y gritar que comprendo perfectamente que el fin es el medio, en realidad no lo capto. Lo siguiente que pensé fue que tal vez la prueba era para él, en el juego era su turno y con base en su jugada yo sabría lo que él quería. Si prolongaba el juego resistiéndose, entonces yo sabría que… no lo sé con certeza, sólo sé que podría estar segura de que el juego continuaría y con ello, el deseo y el placer. Pero si aprovechaba el momento para tomar algo, para saciar su deseo (es decir, matarlo), significaría que tampoco entiende lo que es jugar por jugar y sólo quería ganar… como yo. 
Ya era tarde, no contuve mi deseo aunque sabía que eso me conduciría a la derrota. Mi mente horrorizada sólo contempló hasta dónde habían llegado sus manos que lentamente buscaban un objetivo, sabía que estaban ahí porque las veía, no porque las sintiera. Entonces me invadió una idea aun más terrible: ¡él estaba tocando sólo tela!, a lo mucho, un cuerpo petrificado, inerte, que nunca se encendió ante su contacto porque le faltaba un latido… sólo sentí frío y el tiempo se congeló ahí. Me tocó, pero nunca lo sentí.
Recordé inmediatamente aquél día tan lejano a éste en que él me abrazó y sentí su calor. Yo sólo recargaba mi espalda sobre su pecho mientras él jugaba con mis manos y mi cabello. Su tacto era tan sutil, tan suave, que todo mi cuerpo secretamente se estremecía cuando él acariciaba mis brazos hasta llegar a mis hombros, mi cuello, mi nuca… yo luchaba por no cerrar los ojos y dejarme llevar. Después, mis manos tímidas acariciaban su rostro y su cabello, justo cuando sus manos se habían detenido en mi vientre y buscaban mi ombligo con más caricias. Entonces al fin sentí lo que en ese instante me volvió loca, eso que sembró en mí la ilusión, mi perdición: sentí en mi espalda el calor de su pecho y cómo retumbaban los latidos de su corazón acelerándose cada vez más. Yo también estaba vibrando a la misma velocidad, nuestro pulso seguía un mismo ritmo y se fundía en un mismo latido, fue eso lo que me hizo pensar que él sentía lo mismo que yo… ahora sé que me equivoqué, aunque nunca antes había sentido algo tan hermoso.
Esta vez todo fue diferente, su contacto fue distante. Él estaba ausente y yo más, sentí que yo ya no era una persona, ni siquiera una víctima y esclava de mis pulsiones o un animal… era algo mucho peor. Por primera vez en la vida experimenté la escalofriante sensación de reducirme a un OBJETO. Fue la muerte en un instante.
Eso es lo que no le perdono ni a él ni a mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario