domingo, 6 de enero de 2013

¿¿La última noche??

Después de cuatro meses con sus semanas de reflexión, lágrimas y masturbación, por fin se hizo posible el día que había marcado como "la despedida".
Desde la mañana me mandó un mensaje que indicaba su regreso de las vacaciones:
 "Adivina qué hay en mi mente."
¡Qué divertido es jugar a esto!, pero ya era hora de hacerme a la idea de que sería la última vez que adivinaría sus deseos...
No, no, no, pensar eso era demasiado horrible.
Mi mente se concentró toda la mañana en un buen pretexto para salir, en las palabras correctas, un tono verosímil, el momento propicio para abrir la boca, la persona indicada a la cual decirle primero. No podía arriesgarme a que hubiera la más mínima sospecha ahora que las cosas se han calmado un poco.
Por fin me salí de mi casa como a las siete, pero el corazón seguía latiéndome fuerte aún estando afuera. Ya había pasado la peor parte ¿o no? Después de cruzar la puerta ya nadie podría detenerme. ¡Por fin iba a verlo! ¡Lo extrañé tanto! No podía esperar más. 
Volví a sentir ese miedo y esa excitación que me invaden cada que recorro las calles obscuras y me escondo entre la multitud de los centros comerciales. Casi siempre llega un momento en el que me siento observada, siento como si todos supieran lo que estoy esperando, pero yo sigo caminando sin rumbo, dejando el tiempo pasar, fundiendome con la cotidianidad. 
A las ocho él me reiteró con un mensaje que ya no aguantaba más... yo tampoco, pero no dejaba de pensar que tenía que ser fuerte para decirle adiós y que tenía que hacerlo.
Mi plan era concentrarme en devorarlo como nunca esa noche, sería la última vez, tenía que disfrutar cada parte de él y hacerle saber que no hay nadie como él para mí. El problema fue que de nuevo me puse muy nerviosa, sólo quería verlo, con eso me bastaba, no sabía si podría cumplir lo que me propuse después de volver a sentirlo tan cerca y tan dentro.
Me salí a esperarlo cuando me avisó que vendría por mí más temprano, una vez más sentí que todo estaba sucediendo demasiado rápido. Tomé asiento afuera, en unas bancas de madera. Parecía el punto de encuentro de varias parejas porque vi a dos o tres intercambiando roces discretos y besos prometedores, justo estando ahí sus palabras llegaron a mí. Me proponía un lugar más bonito "o incluso, uno con jacuzzi".
Mi mente empezó a volar, nada mejor para "la despedida" que una tina con agua caliente, él y yo. Nos imaginé brindando sobre el agua y comiéndonos a besos hasta fundirnos en un abrazo, flotando en un solo cuerpo, entre gritos y gemidos, hasta escuchar: "Me vine."     
Lo siguiente que sentí fue una vibración, él ya había llegado, ya no tenía que esperar más. Cuando me subí a su auto platicamos un poco sobre las vacaciones, le hablé sobre mi "castigo", aunque no mencioné que el motivo era él, aunque fuera indirectamente... olvidé que también me había propuesto platicarle sólo cosas buenas y no hablar de eso, pero se me pasó. Esta vez traía sus lentes, una camiseta color vino, unos jeans y su chamarra de cuero. Se veía tan guapo como siempre.
Me ofreció algo de tomar y fue a un Oxxo cercano por nuestras botellas de Finlandia, los condones y creo que también compró lubricante. Hasta que abrí la bolsa en la habitación vi que había comprado dos paquetes de tres condones marca Playboy. La noche era prometedora. 
Ahora fuimos a un hotel diferente, más bonito, más caro, más cerca, aunque sin jacuzzi. Cuando su auto dio la vuelta para entrar todos nos tocaron el claxón, jajajaja, fue chistoso, no sé por qué. Aunque también era penoso que todos hicieran notar todavía más a dónde se dirigía el vehículo.
La suite estaba muy linda, había una puerta metálica que cubría la cochera, esta vez no era sólo una cortina jeje. Cuando nos estacionamos quedamos justo frente a unas escaleras de caracol que subían al cuarto, donde había un letrero que decía: ¿Se le olvida algo?... eso también me causó gracia. Las escaleras me recordaron un poco a las que había en mi habitación cuando era niña, por alguna razón eso me dio un poco de nostalgia.
Al entrar lo primero que hice fue abrir mi botella, darle un buen trago y deshacerme la trenza que llevaba en el cabello, quería disfrutar cada pequeño detalle de ese día y ese lugar, pero al parecer su plan era distinto.
Lo primero que él hizo al entrar fue desvestirse y ver la regadera: "¡Ya viste el baño!", me dijo con una emoción casi infantil. Cuando fui a ver no puse atención a la regadera, sólo noté que era verdad lo que me dijo en sus mensajes, su pene estaba tan erecto que casi se salía de su boxer.
No sé por qué eso me dio ternura.
Para colmo traía de esos boxers tipo Calvin Klein, grises con el resorte azul marino. Se veía bien, jeje, bueno, se veía muuuuyyy bien. Tenía ganas de quitárselos y chupárselo ahí mismo... pero no quería acelerar las cosas.
Después del baño, creo que su aditamento favorito en los cuartos de hotel es la televisión, así que la encendió buscando con ansias los canales porno. Encontró el que "siempre vemos" según, pero al final le puso a un canal doblado al español, jajaja, fue otro detalle tierno. Si él hiciera doblaje de porno, probablemente yo vería esos canales.
Mientras él ya estaba desnudo y ansioso yo seguía tomando vodka, hasta que le di el último sorbo fue que me agaché para deleitarlo con mi lengua. ¡Qué rico es hacerle oral! Nunca pensé que eso me gustaría tanto algún día.
Cuando miré hacía arriba noté que ya tenía en sus manos un condón, se veía medio raro, esos condones Playboy son de un látex extraño. Me dijo: "¿Ya quieres que te penetre?"
Le dije que aún no, era demasiado pronto, incluso yo seguía vestida. Era raro traer toda esa ropa invernal mientras él estaba tan... desnudo. Como sea comenzamos a besarnos, sentí su lengua haciéndo torbellinos dentro de mi boca y acaricié su espalda mientras tocaba su pene con mi otra mano. Entonces me tiró a la cama y sus besos aumentaron su intensidad, sentí esas ricas mordidas que casi me arrancan los labios, era como si quisiera comerme la boca. Recordé cómo después de la primera vez que lo hicimos me dejó los labios morados y tuve que ocultar sus mordidas por algunos días.
En esos momentos no pensé en lo triste que era el hecho de que esas marcas en los labios que me quedaron la primera vez serían ahora las marcas de la última vez.
Eso es lo más hermoso de sus besos, lo borran todo, de un momento a otro se me olvida qué hago ahí, quién es él, quién soy yo, sólo dejo que sus labios me devoren.
Después, justo como la primera vez, sentí que jaló mi blusa desde el escote para descubrir uno de mis senos y pasar su lengua por el pezón. Empecé a gemir despacio.
Sentí su pene recorrer el espacio entre mis senos para luego regresar a mis labios y entrar en mi boca de nuevo. "¡Ah, delicioso!", me decía.
Su lengua recorrió mi vagina mientras yo acariciaba su cabello y de ahí sólo recuerdo cómo seguimos besándonos mientras mis manos se deslizaban por su cuerpo. Entonces intentó entrar en mí, pero yo todavía no me sentía lista y lo empujé como suelo hacer.
El único remedio era cambiar de posición, así que me colocó sobre él y me dijo: "Baja despacio.", pero yo no podía prestar mucha atención a sus palabras.
Mis ojos estaban posados en su rostro, al igual que mis manos que lo acariciaban suavemente y muy despacio, fue un instante de esos que duran siglos. No podía dejar de mirarlo, su rostro es tan hermoso, tan perfecto, pero esta vez sus ojos tenían un brillo muy especial. Siempre han sido tan negros y seductores, pero esta vez era como si hubiera una estrella atrapada en cada una de sus pupilas.
No podía moverme, estaba hipnotizada con su mirada. Entonces entendí que su magia no estaba en su brillo, estaba en el hecho de que los dos estábamos mirándonos así, perdidos, rendidos, sin poder ver otra cosa que no fueran nuestros ojos. Nunca nos habíamos mirado a los ojos durante tanto tiempo.
Al poco rato sus palabras y su voz suave y entrecortada rompieron mi trance: "Baja despacito mi amor."
¡Ah!, no puedo resistir escuchar eso. No me importa qué lo motiva a decirlo, sólo sé que con eso dejo que entre hasta donde quiera. Sentí como su pene me atravesó y por impulso eché la cabeza hacia atrás y comencé a gemir sin control, mientras tanto él se movió como sólo él sabe, arrancándome gritos y suspiros, acariciando mis senos y metiendo uno de sus dedos a mi boca.
"¿Qué sientes? Dime qué sientes.", me decía una y otra vez, pero como siempre, yo no podía hablar, sólo quería seguir... sintiéndolo. Él me acercó a su cuerpo y me abrazó mientras decía: "¡Ah, ya me voy a venir! Es que estás bien buena." Podía sentir cómo arañaba mis muslos y mis caderas mientras repetía eso en mis oídos. Lo escuché gemir y supe que ya se había vacíado en mí.
"Ahora hay que salirnos con cuidado.", me dijo.
Todo había terminado, había sido tan pronto que no podía aceptar que esta fuera la última vez, no podía ser, las cosas no podían acabar así, tan simple.
Él se estiró un poco mientras yo acariciaba su pecho y su rostro, como de costumbre volvió a preguntarme cómo voy en la escuela y le dije que ya sólo me faltaba un año para terminar.
"Me da mucho gusto, en verdad me da mucho gusto.", dijo. Esta vez sí me sonó a verdad, tal vez es el simple efecto que causa la frase "en verdad".
Después, se bajó no sé a qué... así, desnudo, mensajeó no sé a quién, llamó no sé para qué y de un momento a otro ya tenía que irse porque tenía que lavar su ropa en casa de su mamá porque su hermano no podía ir y ya... mi cabeza daba vueltas, me acosté en la cama al revés, viendo la tele de cabeza.
Esperaba que la pornografía volteada tuviera un poco de gracia, no podía aceptar que ya nos iríamos, él ni siquiera se había tomado su botella. Además... ¡compró seis condones! 
Estaba molesta, gateé sobre la cama como intentando seducirlo, pero ni al caso, él ya estaba en la regadera. Fui al baño y lo besé, nuestros labios apenas se rozaron y le dije: "Yo quería que hiciéramos más cosas.", dijo que él también pero que no podía y lo de siempre.
Salí del baño y me resigné a vestirme otra vez. ¡Teníamos tanto tiempo sin vernos! ¡Por qué tenía que acabar así! Del coraje casi me acabo la otra botella de vodka, pero de nuevo no quise verme tan alcohólica.
"¿Oye, tú tomas de esas cosas anticonceptivas?", me soltó de pronto.
"No", contesté. Mi mente volvió a perderse, ¿a qué diablos venía eso?, ¿había pasado algo?, ¿se rompió el condón? Me quedé sola pensando, él ya hasta se había bajado, ya estaba adentro del carro, pudo haberse ido sin mí en ese mismo momento, pero me esperó sin sospechar mis intentos de prolongarlo todo. 
Al bajar las escaleras de caracol me topé con el mismo letrero: "¿Se le olvida algo?"
Sí, tengo que hablar con él.   
Me subí al auto y vi frente a nosotros una fila de personas mostrándonos la salida: el policía, la recamarera, el mesero, el tipo que te recibe, el tipo que te cobra, etc. Estaban todos juntos ondeando una de sus manos hacia la derecha, mostraban la salida, pero era como si estuvieran despidiéndose de nosotros, parecían salidos de un video corporativo sobre atención al cliente o algo así, casi pude ver cómo aparecían letras cursivas en el cielo que decían: "Vuelvan pronto."
Cuando mi imaginación vuela de esas formas estúpidas me dan muchas ganas de decirle a él lo que imagino, pero después siento que creerá que es tonto y mejor no lo digo. En realidad fue penoso que tanta gente tuviera que ver nuestras caras cuando salimos de ese lugar, podía sentir el alcohol subir en mis mejillas, ¿o era enojo?, ¿o residuos de excitación?
Tal vez sólo eran más nervios porque sabía que tenía que hablar ahora. 
     
       

         
  

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