lunes, 3 de junio de 2013

My way or the highway

"Some day you'll see things my way..."

Estoy estancada, hace mucho que no escribía nada porque ahora que voy con una psicóloga pensé que ya no habría necesidad de escribirle a nada, porque "alguien" podría hacer el papel de esa nada a cambio de dinero... y que podría decirme de vez en cuando alguna pequeña gran verdad sobre mí.

Tal vez este camino es algo que todos debemos recorrer solos, "pedir ayuda" es sólo una ilusión. Aunque tengo que aceptar que desde que voy a platicar con ella, me he sentido mejor. Antes sentía que en cualquier momento podía explotar, ahora sólo me siento atrapada.

Todo parece indicar que le tengo miedo a la soledad, que prefiero estar mal acompañada que sola, que no me importa lo que tenga que pasar con tal de tener a alguien cerca de mí. Eso suena muy revelador, pero por extraño que parezca, no me importa. No me indigna ni me molesta ser consciente de que soy capaz de todo (inclusive de hacerme daño a mí misma) con tal de sentir o de hacerme creer que le importo a alguien y que tengo la capacidad de complacer a ese alguien.

Suena denigrante, sin embargo no me molesta, es como si inclusive a una parte de mí eso le pareciera "correcto". Pero, ¿por qué? No entiendo por qué soy así, qué me hizo ser así, por qué tengo esa enfermiza y penosa necesidad de sentir que alguien me quiere. Peor aún, ¿por qué me desprecio tanto a mí misma por sentir eso?

Eso sí me hace sentir mal, saber que soy tan vulnerable al deseo de los otros, saber que deseo tanto a "el otro" es lo que me pone mal, ser consciente de eso me molesta demasiado. Lo extraño es que aunque esté molesta conmigo por sentir eso, no estoy molesta conmigo en el momento en que complazco el deseo de los otros, sólo entonces dejo de sentirme mal.

Un día la psicóloga me dijo que yo tengo un modelo en el que considero al amor y a la obediencia como dos conceptos unidos, tal vez inseparables. Hay algo dentro de mí que piensa que sólo obedeciendo a alguien lograré que me acepte y me quiera. Sólo cumpliendo lo que me diga "el ser amado" al pie de la letra, sin objetar, sin cuestionar, me cueste lo que me cueste, sólo así me siento merecedora de afecto. De otra manera no lo soy, no siento que haya razón alguna para que alguien me quiera más que esa.

Por eso ando por la vida intentando no causar molestias, no hacer ruido, intento portarme bien no por una recompensa, simplemente por el afecto que a otros les dan por el simple hecho de ser lo que son y que siento que yo no me merezco, que yo sí tengo que esforzarme por obtenerlo.

Eso también me indignó, eso sí que fue revelador, no pude evitar sentir cierto odio hacia los demás, hacia todos, hacia esas personas que dicen quererme y que tal vez sólo quieren tenerme cerca porque saben que pueden pedirme lo que sea y lo haré, saben que tienen el control sobre mí, conocen mi debilidad y se fortalacen de ésta. No me quieren a mí, sólo quieren sentir que tienen poder sobre alguien... ni siquiera les parece especial que sea sobre mí o sobre cualquier otra persona, sólo disfrutan sabiendo que lo tienen.

Tal vez sea paranoia, no lo sé, siempre creí que no le tenía miedo a la soledad, creía conocerla bien. Cuando era pequeña nadie quería jugar conmigo nunca (hasta que llegó mi hermano), los primeros años de mi vida escolar estuvieron llenos de soledad, a la gente yo no le agradaba. Debería estar acostumbrada a la soledad, las veces que he tenido problemas, que me he sentido triste, nunca nadie me ha comprendido, nunca me he sentido acompañada en esos momentos... debería estar acostumbrada.

Pero de pronto pienso que tal vez todo ese tiempo estuve aterrada de la soledad, tal vez todo ese tiempo tuve más miedo que nunca, tanto que me escondí de mí, me hice creer a mí misma que me había acostumbrado. ¡Jamás me acostumbré! Por eso fue que desde niña busqué algo a qué aferrarme, "alguien", eso que tanto daño me ha hecho, eso que tanto desprecio ahora y que considero el principio de todos mis males, la semilla que germinó en todas esas cosas que tanto odio de mí.

Aprendí que existía "alguien" que no se fijaría en detalles, que iba a cuidarme y a quererme todo el tiempo, que siempre estaría pensando en mí, que tenía un plan especial para mí, que haría todo lo posible para que yo estuviera bien, que me daría todo lo que necesitara en el momento preciso, que estaría para mí cada vez que lo llamara, que me escucharía, que me entendería, que me ayudaría, que me querría incondicionalmente. 

Era demasiado, era algo que yo obviamente no merecía, pero el precio no era tan difícil de pagar, sólo tenía que portarme bien, sólo tenía que obedecer, sólo tenía que ceder siempre, sólo tenía que renunciar a mi voluntad y dársela a "alguien" más. 

Por un tiempo creí que no estaba sola, pero después me di cuenta de que sí...

No me acostumbré a la soledad, sólo me acostumbré a sentirme acompañada cuando no lo estaba. Y ahora que veo que estoy sola me siento tan vacía, que pareciera que estoy buscando a un nuevo dios. Necesito a alguien que me jure amor eterno, aunque no sea cierto, basta que lo cumpla de vez en cuando, que deje que una sutil coincidencia alimente mi fe, sólo necesito que me lo diga para que yo pueda alabarlo mientras tenga fuerzas para hacerlo, no importa cuántas veces me traicione o me abandone... me bastará con que se aparezca de vez en cuando.

¿Cómo deshacerme de ese modelo? Está tan profundamente incrustado, ¿cómo lo arranco sin desgarrarme?

Recuerdo que cuando era niña pensaba mucho en la muerte, no es que fuera una niña suicida, sólo no entendía qué sentido tenía continuar en este mundo lleno de tanta gente que me desagradaba y a la que le desagradaba (y a la que para colmo, a pesar de todo, yo tenía que obedecer), cuando de todas maneras el fin de todo esto sería estar con esa persona amada por toda la eternidad. Yo me portaba tan bien, yo no entendía por qué no venía por mí de una vez.

Estar aquí nunca tuvo sentido para mí hasta que me dí cuenta de que su sentido estaba en todo eso de lo que me estaba privando, me di cuenta de que yo no estaba viviendo. Aún no sé si estoy viviendo ahora, porque ese momento de rebelión, esa seducción que en un principio me hizo sentir tan libre, poco a poco se va revelando como más de lo mismo.

Él es la puerta de salida que resultó ser la entrada a otro cuarto dentro de la misma casa... y yo quiero salir de la casa. ¡Pero todavía no puedo! No puedo salir mientras siga esperando encontrar algo eterno afuera.



       

No hay comentarios:

Publicar un comentario