domingo, 6 de julio de 2014

I look into the mirror, the whore is all I see.

"I never wanted to be like me."

Y ahí estaba yo, en medio del piso 19, sola al fin. La parte consciente de mí supo que era el momento de escapar. Apreté el botón con la estrella y entré a ese cubo de espejos, auque no recuerdo haber visto mi reflejo ahí.

Afuera todo estaba muy obscuro, no podía creer que ya fuera tan noche... sólo quería salir. Cruzar esas calles de autos salvajes siempre ha sido un juego de destreza, pero agreguemos un nivel más de dificultad: vista borrosa y pies temblorosos.

Me subí al primer camión que vi, ni siquiera pensé a dónde me llevaría.

Me senté y cerré los ojos... de todas formas todo estaba borroso y me sentía muy mareada. Quería dejar atrás ese paisaje frío y gris de corporativos y centros comerciales. Me vino a la mente algo que dijo mi jefa una vez: "Todo esto antes era un basurero y se nota."

No quería pensar en nada, simplemente me perdí más de lo que ya estaba. La tipa que se sentó al lado mío me despertó cuando llegamos al metro. No sé qué metro era ese, nunca había estado ahí.

Aún con la vista borrosa, compré dos boletos y entré, volví a sentarme y después de un rato capté que estaba en Observatorio. Transbordé casi instintivamente en Balderas tratando de caminar lo más erguida posible. Seguía sientiendo como si flotara, nada estaba claro y mientras más trataba de recordar lo que había pasado, más perdía sentido y más lo olvidaba.

Estábamos en una oficina del piso 18, creo que era la nueva oficina del nuevo Director Creativo. Habíamos estado besándonos sin parar durante un buen rato, aún podía sentir sus mordidas, era como si me hubiera arrancado el labio inferior, también me dolían los pezones... Recuerdo que su cierre estaba abajo y su pene estaba afuera, pero no cogimos... aunque seguro todos piensan que así fue. Le dije que estaba en mis días y él no insistió más.

Tal vez me hubiera ido antes de ahí de no haber sido porque mi chamarra (donde estaban mis credenciales, mi dinero y mi celular) se perdió. Debió estar perdida por horas.

Los demás me ayudaron a buscarla, todos fueron muy amables. Me acompañaron a reportarla con los polis de todos los pisos, marcaron a mi celular una y otra vez para ver si sonaba cerca, me abrieron todas las salas para que la buscara. La verdad no podía creer tanta accesibilidad, tal vez simplemente se habían dado cuenta de que yo ya no podía hacerlo sola.

Mientras tanto Marmota estaba coquetando con Kari, creo...

Y de pronto capté que seguía muy peda y era muy noche y estaba sola en un metro vomitando dentro de las mangas de mi chamarra perdida-recién encontrada, intentando pasar desapercibida.

El problema con embriagarse es muy complejo, es una dulce trampa.

Primero suelta cada extremidad de tu cuerpo, aflojando el grillete de tus pasiones. Después nubla tu vista, desactivando tu habilidad de sentir las miradas ajenas... desaparece la autoridad moral. Parece que por fin eres libre, ni siquiera tú mismo podrías detenerte, pero tan sólo eres como el perro que se suelta de la correa de su amo para lanzarte directo a la avenida más transitada.

Y así es como te enteras de que eres invencible, porque no importa cuántas veces caigas, tú ya no sientes nada. Esa es la dulce trampa. Al fin no tienes límites, pero eres incapaz de saber cómo se siente eso. Has perdido el control y jamás sabrás cómo sucedió.
  
No había tiempo para lloriquear, tenía que aparentar que estaba bien, aunque sintiera una mezcla de miedo y asco en la boca del estómago. No había comido nada en todo el día, sólo bebí.

Tal vez me hubiera ido antes de ahí, de no haber sido porque le dí un toque al porro de alguien en la terraza, o porque después de unas cuantas chelas me seguí sirviendo whisky. En verdad mi plan era salir temprano y comer algo rico en el centro comercial antes de regresar a mi casa, temprano.

Pero ahora estaba ahí parada en un vagón de la línea verde, tratando de mantener el equilibrio porque no quería agarrarme de un tubo y ensuciarlo con mis manos vomitadas.

Seguía sin poder creer que me sintiera tan pésimo. Antes de huir fui a vomitar al baño y creo que Anel estaba conmigo, íbamos a ir a la Bipo, según, pero luego todos desaparecieron... o yo escapé de todos?

Pero antes de eso, estuve en otro lado, lo sé porque ahí encontré mi chamarra y mis cosas. Era una sala obscura con cortinas, sé que nos recostamos sobre algo suave y que desabotoné su camisa mientras él seguía mordiéndome los labios, "Eres el diablo.", me decía.

Dijo muchas cosas más, pero la parte más dulce de la trampa de la ebriedad, o más bien, la parte más tramposa de la dulce ebriedad, es que consiste en un momento que se desvanece frente a tus ojos.

Me bajé en Zapata, incluso tuve tiempo de hablar con mi mamá decentemente, entrar a un Sanborns, lavarme la cara, las mangas de mi chamarra y las manos... y captar que había olvidado mi otra chamarra allá.

Mi papá me estaba esperando en Coyoacán y al subir al coche me dijo que me había comprado una chamarra nueva. Ahí empezó la cruda moral.

Porque aunque ese día parezca una vieja película que viste algún día lejano y te esfuerzas por recordar, sabía que fue real, lo sabían las mordidas en mi cuello.